Las novelas de Agustina Bessa-Luís se han reeditado en castellano, con lo que tenemos la oportunidad de descubrirla. Bessa-Luís, con el tiempo, fue guionista de Manuel De Oliveira y de Rita Acevedo Gomes, pero su prestigio se inició con esta novela fascinante, sinuosa y rural llamada La Sibila.
Es la historia sobre todo de Quina, pero también de su madre
María, y algo menos de su hermana Estina y su sobrina Germa. Quina no tiene
poderes, simplemente es una mujer cabal y decidida, que no se casa nunca y es
capaz de arreglar la penosa situación financiera en que su padre dejó la finca
familiar (la Vessada) al morir, y, a base de trabajo, austeridad, conocimiento
del medio y visión, de alcanzar cierto capital y prestigio. Superviviente nata
en su terruño del norte de Portugal, en un mundo de hombres incapaces de
hacerle sombra, Quina ayuda en pleitos, da consejos de salud, mantiene una
lengua vivaz pero concisa, y subvierte el estatus mediante la buscada
perpetuación de su arraigo femenino.
La Sibila es fascinante por esto (escrita como está
en 1954, sin incluir una palabra en contra de la dictadura salazarista o sus
formas) pero, sobre todo, por su estilo. Dotada de una especial capacidad para
el detalle, cada frase de la novela es una aventura que se desliza desde lo
principal a lo secundario con habilidosos desvíos impregnados de metáforas
iluminadas y aforismos contundentes donde se recoge especialmente el sentir de
la época, el lugar y los personajes tal y como Quina los ve. Que parece indudablemente
la visión de la propia Bessa-Luís, si bien el prólogo aclara que el personaje
está basado en su tía.
¿Y cuál es este sentir? En mi opinión no hay una certeza evidente, la autora no fija necesariamente una realidad, sino que más bien hace fluir la vida de los personajes entre acontecimientos cotidianos (fiestas populares, bodas, adulterios, cambios de propiedades, vidas de algunos vecinos) poco interesantes en sí como línea dramática. La introspección del personaje de Quina revela las contradicciones a las que la someten la vida y el trabajo y la casa, en una aproximación vitalista a la condición humana en un entorno no urbano, pero tampoco arcaico o subdesarrollado. Alejada del miserabilismo aunque exista pobreza, el naturalismo y costumbrismo que podrían esperarse chocan con un estilo proustiano, a veces incluso trascendente, y que a pesar del título, no cruza nunca la línea de lo mágico o lo mítico. No conozco bien la novela portuguesa y su tradición literaria, pero reconozco una especie de puente entre cierto ruralismo tremendista (a lo Pardo Bazán o incluso Cela) y el realismo mágico latinoamericano, sin nunca llegar a casarse con ninguno, totalmente original en su apuesta estética clarividente del retrato final conseguido.
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