Tienes la casa bien dispuesta, a tu gusto. Has decorado, amueblado, ornado y dispuesto los muebles, los objetos queridos, los lugares que necesitan más luz, aquellos dedicados a dormir, cocinar, comer. No estás insatisfecho, y aun así... A veces traes a casa entes nuevos. Encajan bien pero tal vez la armonía no es total. Puede además que algún mueble necesite un retoque; que haya que cambiar cortinas, incluso que... Mira, una disposición distinta de los muebles, un movimiento completo, un desplazamiento aparente para que cada elemento nuevo se asiente mejor y... Ves el resultado, piensas, te preguntas, ¿por qué no lo habré hecho antes?
Desde que leí Imitación
y experiencia, el primer volumen de la Tetralogía de la ejemplaridad,
tengo la sensación de ‘conocer la casa’ de Javier Gomá. He leído los cuatro
libros de la tetralogía (los he comentado aquí, pero también en artículos que
fueron publicados en Claves
de Razón Práctica y la Revista
de Occidente), la trilogía teatral (Un hombre de cincuenta
años), infinidad de artículos y hasta he visto muchos vídeos de su canal de YouTube. Así
que los elementos de la casa de Universal concreto no podían
sorprenderme, sabiendo como anunciaba la información del libro que este era un
compendio de su pensamiento, y nada hacía sospechar en escritos o
intervenciones recientes del autor que fuera a contradecir su filosofía
anterior. Pero la disposición es otra cosa. La casa tiene ahora una armonía
nueva, un acoger más preciso, diría incluso que más gozoso.
Universal concreto tiene un subtítulo de relevancia: Método,
ontología, pragmática y poética de la ejemplaridad. Aun tratándose de 250
páginas en vez de las 1.500 de la tetralogía, es clara la ambición filosófica
del autor, usando un cuarteto de términos que en su listar recuerdan a varios
autores clásicos que también describieron el mundo de acuerdo a su pensamiento.
Esta es la principal diferencia de disposición de la casa que se observa, al
menos en comparación con la tetralogía: la estructura literaria que Gomá.
Mientras la tetralogía es un relato de inspiración narrativa que hace uso de la
historia del pensamiento occidental para, aplicándolo a la imitación, acabar
desarrollando la teoría de la ejemplaridad de los prototipos personales
(concretos) de validez general (universales), esta historia es sustituida en Universal
concreto por otra estrategia más descriptiva: las conclusiones de la
tetralogía son aquí la hipótesis de partida, y el libro analiza minuciosamente
todos los elementos que la componen (esa anunciada descripción del mundo),
armonizando en ese trabajo todo el pensamiento anterior expresado por Gomá en
sus anteriores libros, artículos y conferencias, reduciendo sus páginas a una
esencialidad radical e incluyendo equilibradamente lo que parecían elementos
colaterales o incluso sueltos de su literatura en el libro. La tarea ha debido
ser inmensa.
Pero... ¡cómo ha quedado la casa!
Intentaré describirla con brevedad: para la ejemplaridad, el
ser es 'ejemplo', y lo que debe hacer el ser en el mundo es ser ejemplar, o,
más precisamente, buscar la ejemplaridad. Además, existe todo un mundo estético
donde exponer y extraer representaciones del ‘ejemplo’ (y, por añadidura,
entretenerse). Hay un devenir de la filosofía que impidió a la ejemplaridad
desarrollar su entramado filosófico debido a la capacidad de abstracción del
lenguaje, para el que lo 'concreto' (que es esencial en la ejemplaridad) no
revestía importancia. Este criterio se impuso durante dos milenios. En su réplica, que es su obra, Gomá reivindica
viajar de lo abstracto a lo concreto con una filosofía mundana (se escribe
desde el mundo, sobre el mundo, y para el mundo) y sistemática; de ahí que
deriven de ella una ontología, una pragmática y una poética, que desarrollan
cada una de las partes de la filosofía que he intentado resumir en las dos frases
simples al inicio de este párrafo.
Ontología
Que el ser sea ejemplo (o no sea) es probablemente una idea
difícil de entender. El 'universal concreto del ejemplo', por precisar. Figuraba
como conclusión en la tetralogía, denominando prototipo al ejemplo, pero aquí adquiere
gran prevalencia. Para Gomá, la imitación de un ideal de ejemplaridad (en el
fondo una ética práctica sobre cómo comportarse) es la 'única puerta de acceso
a la verdad', y la verdad es aquello que busca la ontología: acceder al
conocimiento del ser. Ontología y pragmática son pues inseparables: 'el actuar
moral se hace con vistas a un ser, y el ser señala un hacer, en el cual haya un
cumplimiento'. Este 'del logos al ethos’
reformula el habitual 'somos lo que hacemos', y sucede casi milagrosamente en
la página 78 del libro, porque en treinta páginas anteriores Gomá ha recogido las
ideas desarrolladas en Imitación y experiencia (600 páginas) con una
precisión implacable, distinguiendo los momentos 'universal abstracto' (del
lenguaje) y 'universal concreto’ (del ejemplo) en el devenir del pensamiento
occidental, y proponiendo los giros subjetivo del yo y lingüístico de la
cultura de los siglos XVIII y XX como factores explicativos de la deriva de la
visión del universo desde un cosmos ideal a la subjetividad romántica y
finalmente el yo individual diverso. El reconocimiento explícito de esta
diferenciación en la posmodernidad está más marcado que en la tetralogía: Gomá lo
atribuye a la implosión que ha supuesto en el individuo el reconocimiento del
lenguaje natural como herramienta propia de empoderamiento, y aquí entreveo un
reconocimiento de la capacidad de los ‘neolenguajes’
de la diversidad que emplea toda una generación con Paul B. Preciado a la
cabeza.
También es novedoso el subrayado de la penetración del
estado estético de la vida en el ético, que no era tan profundo en Aquiles en
el gineceo, donde más bien se reflejaba como un mal de los tiempos.
Recordemos que Gomá utiliza los dos primeros estadios del camino de vital de Kierkegaard
para hacer recorrer el tiempo de la vida al ser, esto es: el estadio estético
(adolescente, artístico, de ideales inquebrantables), y el estadio ético
(maduro, con responsabilidades cotidianas en que llevar adelante una casa y un
oficio, que es larguísimo y lleno de negatividades). En la tetralogía el abandono del estadio
estético era en la práctica una necesidad (Aquiles abandonaba el gineceo y
asumía sus obligaciones) para poder buscar el ideal de ejemplaridad.
Probablemente esta idea implicaba demasiada resignación, y en Universal
concreto hay una conclusión para mí más gozosa: la admisión diáfana y sin
reproche de lo estético como 'concreto', como unas brasas remanentes que hacen
que el individuo 'siga queriéndolo todo a su manera', a pesar de habitar y
cumplir con las obligaciones del estadio ético. La conciliación de ambos
momentos en el conjunto de la experiencia de la vida hacia el individuo
experimentado, le somete a tensión creadora entre el ‘universal’ ético y el ‘concreto’
estético. Permite por ejemplo que las musas arrebaten al escritor, y que el éste
cumpla con su oficio. No solo me parece gozoso, sino más ajustado a la realidad
de la vida diversa (liberada, se diría en lenguaje natural actual), y, además,
desactiva una crítica potencial al hecho de que Gomá obvie en su metodología la
analítica de la deconstrucción que la figura problemática de Aquiles (como
ejemplo total) supone en su dimensión completa.
Los estadios son el mecanismo por el que Gomá ha 'movido' en
el tiempo a su 'ejemplo', el ser personal. Pero en la experiencia humana el
tiempo es finito, y esta finitud, ante la que Gomá se revelaba en Necesario
pero imposible, y que siempre vio como injusta, da lugar a la idea de
esperanza, de ‘ser' después del ente, de transferir a un objeto exterior no
corrompible su esencia y así combatir el despojo del cadáver que espera a cada
ser. Confieso que siendo para mí (persona de ciencias, a fin de cuentas) la
parte menos apuntalada de la tetralogía, también me resultaba la más vívida. En
Universal concreto creo que se trata de uno de los capítulos que añaden
más argumentación y construcción, incluyendo aquí más resumidamente las ideas
de Necesario pero imposible, y añadiendo las de ensayos como La
imagen de tu vida y Dignidad (que reconozco no haber leído, pero sí
he escuchado en charlas el núcleo de sus conceptos), además del monólogo Inconsolable.
Todo ello subraya la importancia del capítulo para el autor. Así, la
acientífica mortalidad prorrogada, protagonista casi única de la esperanza en Necesario
pero imposible, que se basaba además en los indicios del 'superejemplo ' Jesús
de Nazaret, se acompaña esta vez del concepto de ‘dignidad’ como paradigma de
vida del ser moderno frente a una felicidad inasumible a causa de su efímera
duración. Sucede así una vez que el fin del cosmos helénico y la muerte de Dios
abocan a un único destino indigno y corruptor como la muerte. La dignidad ayuda
al ser que muere a apuntalar la imagen de una vida completa, haciendo que la
muerte del ser sea completamente injusta. La dignidad apuntala la esperanza,
por su universalidad, que el autor recoge, pues existe dignidad (e imagen
ejemplar de la vida propia) incluso entre quienes afrontan la vida sin
recursos, son débiles, están desamparados, o son personas dependientes que
anticipan prematuramente los estragos de la muerte. Mientras, entre los
argumentos en favor de la mortalidad prorrogada, Gomá subraya que el
individualismo de la segunda modernidad sustenta conceptualmente la idea de
esperanza. Sigue sin haber, y se asume con cierta ingenuidad, 'prueba', pero
si, por un lado, no estamos en literatura científica demostrable, y si, por
otro, la secularización individualista implica por deducción ontológica la
esperanza individual, el postulado desde la filosofía resulta explicado y
cerrado.
Pragmática
Para adentrarse en la segunda parte fundamental de casi toda
filosofía (¿qué hay que hacer?), Gomá propone que esto sea 'buscar la
ejemplaridad', e imitarla. La ejemplaridad es un ideal, personal y relativo,
encarnado en una persona (el ejemplo, el antiguo prototipo de la tetralogía)
que personifica la excelencia de su tiempo, y que causa en el imitador la
necesidad/apetito/calor de imitarlo de manera completa, en un viaje
necesariamente imperfecto que traduce lo ideal a la realidad. No todo ejemplo
es universalizable, pero sí que todo ejemplo es ejemplo para alguien, ya que
cada acción del ejemplo es una invitación a ser imitado, y encierra en sí un
inicio de costumbre: el ejemplo, al repetirse, se generaliza. Para Gomá,
moralmente, no existe la vida privada (sí legalmente, como es lógico).
Si en la Ontología se encajaban piezas fundamentales de tres
libros de la tetralogía, el baile en la pragmática fundamentalmente le corresponde
a Ejemplaridad
pública. El mal ejemplo, su posibilidad, y la conflictividad de la
ejemplaridad (un buen ejemplo puede traducirse en una actitud que el potencial
imitador vea rechazable, o que incluso actúe contra él) se integran mejor en el
discurso, y para ello parte de una de sus obras teatrales, El peligro de las
buenas compañías, donde Gomá representaba un ejemplo tan inalcanzable que
causaba una reacción contraria en el protagonista, y donde llegó con el teatro
a una materialización de este concepto ahora desarrollado como tal.
Procedente de Ejemplaridad pública es también el
concepto de vulgaridad cultural. Pero, consciente de la dificultad del término,
y aceptando el reto de apuntalar la precisión del mismo, Gomá refuerza su
argumentación más lejos que en la tetralogía: a la explicación de que la
vulgaridad es resultado de la consecución de la libertad y la igualdad, Gomá
añade la dignidad como característica y renunciable y universal (pues no es una
dignidad de aristócratas, sino de los débiles y hasta de los inmorales) de nuestro
tiempo. Sostiene que el reconocimiento de esta dignidad de cada individuo es la
base del equilibrio de la democracia liberal, ya que asegura que la voluntad
mayoritaria no está legitimada a hacer algo que pueda atacar dicha dignidad (que,
como principio mayoritario, permite la obediencia de las decisiones
democráticas de una mayoría de 'dignidades', mientras que como principio
contramayoritario se rebela contra los abusos de la mayoría, de producirse).
Sin embargo, a esta fortaleza en lo político, Gomá postula que en lo
privado/cultural, la vulgaridad no ha pasado de una fase romántica puramente
subjetiva, iniciada en la primera modernidad, estirada posteriormente por las
vanguardias -que Gomá entiende que fueron necesarias frente al elitismo
cultural tradicional- y que tras la contracultura de la segunda mitad del siglo
XX se ha desbordado hasta ser el paradigma cultural dominante. Lo siguiente es
pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad mediante la imitación del
ejemplo/prototipo, (1) definiendo las respuestas a la vulgaridad -reaccionar
queriendo volver al elitismo anterior, resignarse al considerar la vulgaridad
el precio a pagar por el estado de libertad e igualdad, o abrazarla con el fin
de reformarla- y (2) ofreciendo experiencias comunes que ofrezcan a todas las
'dignidades' individuales la posibilidad de identificación ante el ejemplo: ‘el
universal vivir y envejecer' es la experiencia que todo humano comparte y
reconoce.
Sin duda hay cierta ingenuidad en la propuesta,
especialmente porque la vulgaridad es fácilmente asociable al estado estético
de la vida, sin duda más común en adolescencia y primera juventud, allí donde
envejecer es una visión aún lejana e incomprendida. Tal vez por eso, del mismo
modo que el estadio estético se imbrica con el ético en la construcción del
ejemplo, creo que es posible postular que vulgaridad y ejemplaridad requieren
cierta convivencia incluso fructífera. Primero porque es realista: el ideal de
ejemplaridad como ideal que es resulta inalcanzable para la plasmación física
del mismo -e incluso un pestiño en la vida real como el propio Gomá indica en El
peligro de las buenas compañías. Y segundo porque cierta experiencia
histórica de lo social y cultural también muestra que lo hoy reconocible como
ejemplar fue para el gusto y las costumbres de su tiempo una vulgaridad. Un
ejemplo de la modernidad romántica es la negativa recepción de las últimas
obras de Beethoven, un tanto salidas de la norma. Otro de la posmodernidades la
liberación sexual de los setenta, que derivó en formas sociales ejemplares a
pesar de la vulgaridad de la que fueron acusados.
La vulgaridad es un tema medular en la filosofía de Gomá.
Pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad se relaciona también con la creación o
adopción de costumbres adecuadas con las que construir estado y democracia, que
necesitan de 'buenas costumbres' en la sociedad para que las leyes (que deben
respetar la dignidad de todos) puedan arraigar. Es labor de la ejemplaridad
también el que se origine y asiente una 'visión culta' propia de una 'mayoría
selecta' -oxímoron buscado- que sepa entender que las costumbres también varían,
aunque sea lentamente y que el relativismo es una realidad necesaria, que
además apuntala la democracia liberal. La combinación culta de lo privado
(lleno de anhelos absolutos) y lo público (regido por la realidad del
relativismo y la imperfección), así como comprender que la voluntad más que el
entendimiento condiciona el mundo y las costumbres -y por tanto las leyes-,
forman esta visión culta. No está mal considerado que procedemos del intento de
desarrollo conceptual de un ideal.
La Pragmática de Universal concreto termina con una
visión de la historia que incluye elementos de matices novedosos en la obra
previa. Una razonada visión de la sociedad democrática actual como la mejor de
la historia (para muchos esto es una declaración también plena de ingenuidad,
pero para un contraste con la opinión de Leví-Strauss sobre el etnocentrismo sí
que da) centrada de nuevo en la mayor dignidad histórica de los débiles como
argumento sin subrayar que sean valores específicamente occidentales los artífices.
Una lúcida cadena de razones del descontento actual, con detalles
interesantes: la condición moderna del
Yo subjetivo (que asiste a la decadencia de sus capacidades sin agarre alguno a
un Cosmos perfecto o a un Dios omnipotente), la conciencia de la dignidad
igualitaria (es decir, la sociedad es vigilante y denunciadora en las
injusticias, y estas, en cierto modo, están cada vez más acorraladas, pero, a
la vez, son más públicas), el concepto moderno de Cultura crítica (donde apela
a los filósofos de la sospecha cuya influencia en la cultura actual es aún
relevante: Marx -que negó el poder-, Nietzsche -que negó a Dios-, y Freud -que
negó el ego-), y, finalmente, la caída del telón de acero como acontecimiento
que eliminó al enemigo al que culpar de todos los males. Argumentar con un acontecimiento
histórico reciente no es común en Gomá, si bien estamos en un apartado sobre
historia y el libro necesita entrar en lo más contemporáneo. A este hecho
histórico podría mejor sumarse las crisis económicas continuadas (por diversas
razones) desde 2008, porque han retorcido principios de dignidad en las
democracias liberales pienso que con más influencia en el conjunto histórico.
No es que no pueda relacionarse: la caída del comunismo envalentona a un
neoliberalismo que cree que la historia le ha dado la razón sin aceptar el peso
del reformismo en la dicotomía entre capitalismo ultraliberal y socialismo real
como sistemas económicos extremos. Ciertamente, no existe ya comunismo global al
que culpar, ni otros enemigos de esa dimensión (el terrorismo internacional de
raíz islamista, por ejemplo) son fácilmente señalables en esta argumentación,
pero es relevante que esta causa sea originada en el sistema democrático
liberal por haber oscilado en exceso hacia uno de sus extremos.
Aunque Gomá cree que la historia de la humanidad es un viaje
de progreso, no es determinista; con buen tino recuerda que ‘la Historia no
está sujeta a legislación’, pero afirma que puede observarse una dirección, y
esa dirección, en plazos medios o largos de manera casi asegurada, es el lugar
donde puede desarrollarse el ideal de la ejemplaridad. Me gustan mucho los
nuevos elementos introducidos respecto a Ejemplaridad pública en este
punto. Por ejemplo, la mención al cambio de la visión de la victoria militar
como fuente de legitimación política frente a los principios democrático y
liberal. La introducción en este punto de la lucha contra la desigualdad como
exigencia al Estado (lo cual lleva a la redistribución de la riqueza), o la
profusión de estrategias de mediación en la vida social (conciliaciones,
arbitrajes, etc) para sustituir a la jurisdicción en un plano concreto y no
actuar en el abstracto de la ley en que trabajan los jueces. Que el relato
virtuoso dominante haya dejado de ser el masculino/bélico es un triunfo, pues
es un hecho que la literalidad
de la Historia se ha escrito a golpe de conflictos y mucho menos a golpe de
acuerdos, negociaciones, y tratos que evitaron confrontaciones.
Poética
Mi impresión es que la Poética de Universal concreto
responde también a la necesidad que siente el autor de apuntalar mejor la
visión del arte que se reflejaba en la tetralogía, donde era un campo menor.
Adquiriendo entidad propia, la Poética ahora tiene su propia historia -paralela
con lógica a la de la cultura-, se explican sus funciones (como alivio de la
negatividad de la vida adulta, como representación del ‘ejemplo’), se
contemplan sus variaciones según el contexto. El ejercicio de concreción es de
nuevo fabuloso: del (1) clasicismo que aúna inteligibilidad, ética y estética
(para glosar el cosmos perfecto mediante imitación épica, lírica o trágica) en
un formato de naturaleza oral -que supone responsabilidad directa del autor
ante su audiencia, pero también necesidad de mundanidad para captar atención-,
al (2) campo moderno de valores de la subjetividad (expresión del yo, uso de la
franqueza y la sinceridad incluso hasta representar lo deforme y lo horrendo)
que suponen la literaturalización de la cultura, que ha modificado la antigua oralidad
pública y colectiva de la cultura pasando ésta a actos individuales como la
escritura y la lectura, creando la novela moderna como forma suprema de una
cultura ahora alfabetizada. Es, por cierto, muy interesante el breve análisis
que Gomá dedica a la nueva oralidad, que él llama 'segunda’ oralidad, como
forma cultural que retorna gracias a Internet y sus medios y posibilidades
auditivas.
Relacionado de nuevo con la vulgaridad, Gomá opina que el Yo
absoluto de la subjetividad aún permea el arte actual, incapaz de asumir en
gran parte la 'normalidad' ejemplarizante del 'vivir y envejecer’ universales (Iris
Murdoch expresa esta idea de manera muy sugerente en La soberanía del bien:
la razón ‘obliga’ a mirar al yo, y este es un elemento muy poderoso y cegador
que impide que el buen arte practique la necesaria atención al exterior que le
define; pero también podemos escoger el laconismo de Fernando Pessoa en el Libro
del desasosiego: ‘la ruina de los ideales clásicos hizo de todos artistas
en potencia, y por lo tanto malos artistas’). La contundencia cerrada del
capítulo es relevante, aunque me inclino a pensar que aquí de nuevo aplican los
'continuos’ que mencionaba el autor al hablar de las inserciones de lo estético
en lo ético y lo vulgar en lo ejemplar. El buen arte al que apela Gomá, aquel
que consigue emocionar en la cotidianidad concreta universal, tal vez no pueda
componerse sin que la creatividad atrevida, desatada, a veces solo
pretendidamente rupturista, y me atrevería a decir que dionisíaca, exista, y se
desarrolle desde una potencial vulgaridad. Una conclusión de esto es que la
ejemplaridad, el estado ético, el buen arte, y la democracia liberal, sólo son
posibles como resultado de haber transitado desde lo que anteriormente fueron sus
némesis, de haberlas reformado adquirida la experiencia y obtenido el
conocimiento de las negatividades.
Me quedan dos cosas principales por decir del contenido de
esta casa inmensa e inabarcable:
-no es casual haber dejado caer de vez en cuando en este
texto la palabra 'ingenuidad' y no haber hablado del 'método' del título, que
es precisamente la ingenuidad. Gomá, por sistema, es un pensador positivo,
constructivo, optimista. Para todo eso, y abrumado como todos ante una realidad
convulsa cuya concreción en nuestro tiempo histórico amenaza con infinitos
ahogos, atreverse a pensar en positivo es imposible sin apoyarse en una
ingenuidad a prueba de todo tipo de corrupciones. Es un atreverse no ya a pensar,
sino a pensar en el límite de lo que el canon actual admite: no ser
catastrofista, conspiranoico, determinista, y, tal vez, en una palabra: absoluto.
-sospecho que Gomá no es nada wittgensteniano, pero termina
su libro tal y como Ludwig Wittgenstein terminó su Tractatus
logico-philosophicus: con una especie de paradoja que, en términos
absolutos, las 250 páginas anteriores niegan: que la filosofía es insuficiente.
Que necesita de otras artes para hacer realidad y dar matiz cercano y
ejemplarizante a los conceptos desarrollados. Lógicamente no es una intención
de epatar (aunque al lector desprevenido se le escapa una interjección o al
menos un levantamiento de ceja), puesto que se apoya en la Poética recién
desarrollada y en su propia trayectoria teatral como matizados ejemplos de que es
lo concreto lo que materializa y hace cercano el ideal de lo universal. Aunque que
bajo el Tractatus se encierra también un texto por momentos más poético y
revelador que uno racional matemático…
No es el único final del libro de Gomá: su emotivo'
acuérdate de ser' final, un imperativo de inspiración kantiana, es una
declaración moral que alcanza toda su potencia con todo el libro recién en
mente. Imposible no pensar en que es ya una obra completa, que sería
escandalosamente injusto que no existiera. Universal concreto es la
descripción firme y decidida de un sistema filosófico coherente y cerrado,
consciente probablemente de sus ahora mínimos flecos (la propia existencia del
libro revela que el autor piensa su obra y vuelve sobre ella para cerrarla),
pero desarrollado con una convicción apabullante, en un lenguaje rico y
elegante, de prosa intensa y ágil, y como es su deseo, profundamente literaria.
El libro no tiene bibliografía ni notas al pie, aunque contiene citas, que, en
consonancia con la idea de Gomá de no hacer filosofía de lectura de libros y
exposición de pensamiento de otros, no son excesivas. Como decía más arriba, su
opción no es la puramente narrativa o dramática más clara en la tetralogía y
cada uno de sus volúmenes. Pero la descripción del sistema contiene varias
aproximaciones históricas, con apasionadas definiciones de época (primer y
segundo clasicismo, primera y segunda modernidad) y con sus evoluciones en cada
caso de la concepción del universal o del yo, o de la organización política, o
de la cultura y el arte, que en sí apelan al lector 'genéticamente' preparado
para el progreso de un relato. Cabe preguntarse hasta qué punto Universal concreto
es más disfrutable por quien ha leído sobre todo la tetralogía. Yo creo que sí,
pero no gozo de la experiencia contraria. Y una pregunta aún mayor que sólo el
autor puede responder: ¿Universal concreto habría existido sin el
proceso de creación, publicación exposición, discusión y crecimiento que ha
tenido la tetralogía? Yo diría que no. Que la casa está mejor preparada cuando
ya has tenido otra antes.
Porque ahora que la casa está terminada, es momento de
enseñarla.
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