Si una novela francesa (aquí de no ficción) viene con premio
prestigioso, recupera críticamente un episodio de la II Guerra Mundial, que
además intenta reconstruir y aún entender la fenomenología del nazismo, y
encima es breve… es probable que tenga en mí un lector agradecido. No es que
sea un lector sistemático ni un seguidor completo de esta temática concreta,
pero es uno de los momentos históricos cuyo entendimiento como aficionado me
suele gustar.
Hitler en Viena, 1938 (foto del archivo
del ABC)
El orden del día,
la novela de Eric Vuillard, tiene dos líneas principales que sustentan su construcción:
la denuncia del complejo industrial alemán como cómplice de la guerra (con
proyección al presente dado que las empresas implicadas perduraron y hoy en día
son importantes), y el desastre primero diplomático y después militar del Anschluss, la anexión de
Austria por parte de Alemania en el inicio de 1938. La desmitificación de la
eficacia de la maquinaria militar alemana no es del todo nueva, pero es más
habitual encontrarla refiriéndose a la campaña rusa y a la segunda mitad de la
guerra, relacionada también con los esfuerzos perdidos en la Solución Final y
la corrupción desatada ya completamente tras la derrota en
Stalingrado. Existía entre los pueblos europeos invadidos, y así la narraba
por ejemplo Imre
Kertesz, una percepción popular de que los alemanes eran gente seria; por
ello, el hecho de una inutilidad militar alemana ya presente en la anexión
austríaca resulta sorprendente. Vuillard en cierto modo se recrea en este bluff, en una invasión conseguida más
por amedrentamiento que por capacidad real, dejando la sensación de que tal vez
la guerra y el nazismo podrían haber sido desbaratados de realmente haber
acertado en el diagnóstico y haber sido más firmes y haber estado más
preparados ante la bravuconería, parte esencial de un régimen cuyo fundamento
en la crueldad absoluta garantizaba una caída pronta (aunque esto igual es
demasiado actual como perspectiva, y resulta sencillo decirlo sabiendo lo que
había de venir).
Fabricación de tanques en Alemania (vía)
El orden del día,
de todos modos, no cumple en mi opinión las expectativas. A la desconexión de
las dos líneas mencionadas (la primera se va diluyendo sin más continuidad) se
une lo que me parece cierta facilidad de juicio moral y una sensación de déjà vu. Creo que la ausencia de
personajes no ya empáticos sino al menos humanos de cierta credibilidad o
verosimilitud, sin caer en los tópicos esperables, es el problema del libro.
Para que los personajes fueran así no debería ser un obstáculo su inmoralidad
intrínseca, ni, por supuesto, el carácter de no ficción, pero si unimos esta
ausencia al desapego de narrar una acción que en sí se define como mediocre y
más valedora de juicio histórico actual que de drama narrativo, pues… Cierto es
que con frecuencia el juicio acerado es lúcido, y la idea de partida realmente
atractiva, y por eso mismo resulta tan fastidiosa esta descompensación.
Eric Vuillard, fotografiado por Joel Saget (vía)