Como me ha pasado con Sapiens, de Yuval Noah Harari, o Imitación y experiencia, de Javier Gomá, en Historia del pensamiento social, este texto clásico de la Sociología escrito y múltiples veces revisado y reeditado durante 50 años por su autor, Salvador Giner, me he visto de nuevo atrapado por una historia de la humanidad con un relato en continuidad, que en este caso se centra en la evolución del pensamiento social, el camino a la Sociología como ciencia, y las filosofías políticas que fueron conformando tanto las características del poder político como las de la sociedad que dicho poder gobernaba. Las tres son eurocéntricas y comparten, desde su propia estructura, el relato de un progreso, de un camino hacia un futuro que, en el caso de Giner, se especifica muy bien en su capítulo sobre San Agustín:
'A esta visión agustiniana cósmica y general,
coherente, de la historia de la raza humana a través del tiempo le cupo una
enorme influencia en la cultura occidental posterior. Todas las teorías del
progreso (de la Ilustración, en el siglo XVIII, a las hegeliana y marxistas
posteriores) han asumido que la historia posee una dirección y sentido, y que
en ella acaece un despliegue creciente de la conciencia humana y de su
libertad. El contenido de cada teoría puede ser diverso (el marxismo, forjado
en el siglo XIX, por ejemplo, no es cristiano), pero el enfoque agustiniano es
detectable en todas ellas, por lo menos en el providencialismo, sea o no
religioso. La concepción agustiniana de la historia ha sido revestida por cada
pensador providencialista con rasgos distintos, pero constituye el fundamento
de cuantos han sostenido que la historia de nuestra especie posee un sentido y
estructura, un lugar de origen y otro de destino que son cognoscibles con la
información que poseemos'
El recorrido de Salvador Giner por el pensamiento social se
estructura en seis grandes libros: La era clásica; Cristianismo y Edad Media;
Renacimiento, Reforma e Ilustración; el Liberalismo; el Socialismo; y Ciencia y
pensamiento social en el mundo contemporáneo. Su repaso es ambicioso y
completista, dudo que se haya olvidado de pensador o escuela relevante en sus
800 páginas, y funciona como magnífico libro de cabecera en cuanto a
introducción a las ideas sociales y políticas, y a los que fueron sus autores.
Y este magnífico como calificativo no procede sólo del conocimiento
adquirible (enciclopédico), o de la capacidad de resumir y administrar la
información y el análisis relevantes (un ejercicio de evaluación, síntesis y
concreción ímprobo), sino, sobre todo y para mi gusto, del tono, del carácter
objetivo, amplio de miras y neutral de ese análisis, de la habilidad para
explicar con precisión la conexión entre cada idea o escuela de pensamiento con
su tiempo, los motivos de su aparición, y sus influencias en su tiempo y
posteriores, fueran éstas buenas o malas para la humanidad. Esta ecuanimidad,
combinada con una sintaxis y una semántica ricas, pero de vocación denotativa,
apoya el carácter pedagógico del texto y lo eleva a lectura adictiva y
apasionante, en mi caso durante un mes. Antes lo habría terminado si no fuera
por los avatares extraños de la vida en tiempos convulsos.
No es fácil, ni probablemente justo, intuir el pensamiento propio de Giner bajo el texto; hay pensadores por los que se le nota cierta debilidad, pero parece proceder más del reconocimiento de su clarividencia en un momento dado, de su renovación del análisis social, o de su compromiso con su tiempo. De las extensas páginas dedicadas tanto al liberalismo como al socialismo le deduzco partidario del esquema de democracia liberal con estado de derecho, y más cerca de los reformismos prácticos y reales que de los mecanismos revolucionarios. A Giner, aunque editó la última revisión de su obra en 2017, no le da tiempo a analizar con perspectiva las derivas actuales de los sistemas democráticos, y ya no lo veremos, porque falleció en 2019.
Además del aprendizaje, conocimiento y visión adquiridos,
confieso el disfrute que me producen todos aquellos pasajes en que Giner desmonta
tópicos o permite vislumbrar paradigmas nuevos. Dejo varios más abajo, que no
pude reprimir tuitear durante la lectura. También confieso como lego en
politología el descubrimiento de autores de nuestro tiempo (o casi: Isaiah Berlin, John Rawls) a los que leer
o conocer más a fondo, aunque sus obras fundacionales tengan algunos años; y,
por supuesto, el de autores clásicos con los que ponerse las pilas, aunque de
algunos ya supiera que tenía esos deberes (Montaigne, Tocqueville) y otros
hayan sido una sorpresa (Kropotkin). Ay, el tiempo tan escaso…
LOS TÓPICOS DE MAQUIAVELO, HOBBES Y MARX
'Como Maquiavelo antes que él, el gran pecado de Hobbes
consistió en declarar la verdad. No sorprende que merced a la aspereza y
absoluta franqueza de sus expresiones, ambos fundadores de la teoría política
moderna hayan sido los pensadores más tergiversados en toda su historia. Hay un
escándalo en torno a Maquiavelo como hay un escándalo en torno a Hobbes. Por
ello, cada vez que se usa el vocablo maquiavélico o el vocablo hobbesiano se
hace injusticia a uno y a otro. En realidad hay un trío de incomprendidos
puesto que marxista es un adjetivo que se refiere invariablemente a posiciones
con las que Marx poco o nada tuvo que ver'
KANT Y LA EDUCACIÓN UNIVERSAL PARA LA PAZ DE LOS
PUEBLOS
'La seguridad con la que Kant ve el futuro
establecimiento de la paz en el mundo difiere de la manera con que diplomáticos
y juristas habían enfocado hasta entonces. En su "Proyecto para llegar a
la paz perpetua en Europa', el abate de Saint-Pierre había ya sugerido la
fundación de una organización internacional de estados. Esto es lo que sugiere
Kant, pero yendo más allá. Kant no ve la paz perpetua como un acto multilateral
de voluntad entre gobiernos, sino como un evento histórico fruto de la
paulatina generalización de la educación entre los hombres. Kant se da cuenta
de que el mismo acuerdo internacional puede parecer utópico, y no digamos ya la
paz espontánea, sin educación. Además, se opone a la actitud desdeñosa de
Rousseau y de Federico II de Prusia contra el escrito de Saint-Pierre’
JOHN STUART MILL Y LA INTELECTUALIDAD PÚBLICA
'John Stuart Mill abogó por las manifestaciones
pacíficas en la vía pública, en las que tomó parte. Esta actividad, así como
sus discursos al aire libre en Hyde Park, son algo nuevo en la historia de la
filosofía social. Aparece con él el intelectual que no se contenta con publicar
sus ideas sino que considera su deber pasar a la acción pública y cívica, junto
a otros ciudadanos que piensan como él, y todo ello sin aspiración alguna a
ocupar cargos públicos. La actividad del intelectual como agente moral cívico
no se inaugura enteramente con Mill, pero su vigor y militancia le han deparado
un lugar muy destacado en la historia de la participación de los pensadores,
científicos y artistas en la vida pública'
TOCQUEVILLE Y EL PAPEL DEL ASOCIACIONISMO EN LA
DEMOCRACIA
‘Alexis de Tocqueville en su estudio de la
sociedad norteamericana descubrió cómo el pluralismo asociativo era el soporte
del político y cómo el desmoronamiento del primero significaría el fin
inevitable del segundo. Al mismo tiempo, le interesaba investigar los procesos
por los cuales se mantiene el pluralismo en una sociedad democrática sometida a
las tendencias niveladoras y homogeneizadoras. Tales procesos son el
federalismo y la descentralización. Ambos son esquemas políticos, los cuales,
por sí solos, no pueden producir los efectos deseados por Tocqueville. Para que
exista un verdadero pluralismo social tienen que medrar toda clase de
asociaciones espontáneas, con propósitos diversos -comerciales, recreativos,
industriales, científicos- y con un alto grado de autonomía y sin injerencia
estatal. Merced a ello se creará en una sociedad civil fuerte una densa capa
intermedia entre el estado y el individuo, que protegerá a éste, pues el estado
no podrá manipular al individuo sin tenérselas que haber antes con las
asociaciones de que sea miembro. En una sociedad aristocrática, el individuo
está protegido por sus propios privilegios o por su propio señor (en caso de no
ser víctima de sus desafueros), pero en una sociedad democrática no hay otra
garantía que la del pluralismo social, el cual, a su vez, implica y presupone
el político'
ENGELS Y EL USO DE ESTRATEGIAS BÉLICAS EN LA
REVOLUCIÓN
'Friedrich Engels se alza contra los “quijotes y
sanchopanzas” de las revoluciones, que creen que éstas pueden triunfar de un
golpe, sin tener en cuenta los inmensos recursos de la reacción. Esto,
naturalmente, no es desaconsejar la revolución, sino introducir en ella la
estrategia, arte marcial del que Engels era gran admirador. Sus descripciones y
análisis de los grandes conflictos armados del siglo XIX son de los más
sobresalientes de la época. Dentro de este espíritu, Engels recomienda a las
fuerzas proletarias la lectura atenta de la obra clásica sobre la estrategia
del general prusiano Karl von Clausewitz (1780-1831), autor del célebre tratado
<Sobre la guerra>’
¿ES EL FASCISMO UN SOCIALISMO?
'Lo que todos los fascismos
tienen en común con el alemán y el italiano es el nacionalismo fanatizado y
cierta forma de “socialismo” de estado [...] En Alemania, el nazismo incluía la
alianza del estado con los grandes monopolios y con la gran burguesía. Parte de
ella financió el partido de Hitler durante su subida al poder. El socialismo
fascista, pues, no es genuino, por cuanto supone sólo una regimentación del pueblo
a través de la máquina burocrática de un estado que todo lo abarca y no rompe
con la propiedad privada. (...) El fascismo engloba la corrupción del
socialismo, desprovisto de su fenómeno fundamental de antagonismo de clase, que
está presente hasta en el mismo reformismo, y que degenera en un sistema de
alianzas con la gran finanza y con los monopolios y oligopolios, amén de la
creación de empresas orientadas hacia la autarquía
económica de la nación fascistizada. La autarquía a toda costa es la doctrina
económica del fascismo'
LAS LIMITACIONES DE LA TEORÍA MARXISTA DE LA
ECONOMÍA
'La aportación marxista fue menguada en el campo
de la teoría general de la planificación socialista. En su lucha contra la
sociedad burguesa, los primeros autores marxistas no se preocuparon por
elaborarla, de modo que la revolución bolchevique les cogió por sorpresa: el
partido soviético se vio forzado a improvisar pragmáticamente, con lo cual creó
un estrato gerencial tecnocrático. Hubo aportaciones de varios autores (Enrico
Barones, Oskar Lange, Charles Bettelheim) que intentarían paliar algo el
problema con mayor éxito, momentáneo, de seguidores académicos que de
realizaciones palpables. En todo caso, el contraste entre la riqueza de la
actividad crítica anticapitalista con las limitaciones, por no decir pobreza,
de la teoría marxista de la economía socialista, fue, a todas luces, notable.'
LUKÁCS Y LA CONCIENCIA REVOLUCIONARIA DEL
PROLETARIADO
'Georg Lukács estudia la cuestión, crucial para
los marxistas, de la conciencia proletaria. Para él, el proletario no sólo
posee conciencia de los objetos sino que por su condición explotada posee una
conciencia práctica que pide su transformación. Por lo tanto, es en el
proletariado donde la unión de teoría y práctica se realiza y sólo en él pueden
realizarse, puesto que únicamente la clase obrera es a la vez sujeto y objeto
de la historia en condiciones de capitalismo industrial. Estas ideas, a primera
vista nada explosivas para el progreso del movimiento comunista, le valieron a
Lukács una inmediata repulsa. La acusación de propugnar la espontaneidad
proletaria inspirada por un romanticismo aburguesado cayó pronto sobre él. Para
la naciente ortodoxia soviética era el partido, y no la clase obrera, el
depositario único de la conciencia revolucionaria del proletariado: éste por sí
solo era incapaz de elaborar estrategias eficaces. Cualquier desviación de esta
noción oficial debía extirparse. Los ataques oficiales contra Lukács no poseían
a la sazón el poder exterminador que alcanzarían años más tarde, durante el
triunfo pleno del estalinismo'
GRAMSCI Y LAS DIFERENCIAS ENTRE MARXISMO ORIENTAL
Y OCCIDENTAL
'Un aspecto que atraería la atención del marxismo
occidental tras la Segunda Guerra Mundial hacia Antonio Gramsci fue su noción
de que la estrategia revolucionaria occidental debía diferir de la del este
europeo. Ello es así porque la relación entre estado y sociedad civil difiere
también entre ambas latitudes. “En el este el estado lo era todo, y la sociedad
civil era primitiva y gelatinosa; en el oeste se producía una relación
apropiada entre estado y sociedad civil, y cuando temblaba el estado una sólida
estructura de sociedad civil aparecía inmediatamente”. En consecuencia, lo
adecuado para Europa occidental era una “guerra de posiciones”, ganando poco a
poco terreno en la sociedad civil y hasta en la política, mientras que en la
oriental, como en Rusia con los bolcheviques, era la “guerra de movimiento”, es
decir, el asalto frontal a las instituciones opresoras. Gramsci pedía “paciencia
y tenacidad infinita” a los comunistas occidentales, así como la creación de un
“bloque histórico” o alianza de fuerzas progresivas varias, en lucha contra las
clases burguesas y sus aliados. Gramsci no cayó en el reformismo en el sentido
de que nunca imaginó que la “guerra de posiciones” por la que abogaba excluiría
el enfrentamiento final revolucionario, pero ciertamente su doctrina al
respecto, cuando se conocieron sus escritos carcelarios, fue interpretada por
muchos comunistas occidentales como una legitimación de su propia política
reformista'