La fascinación de los historiadores
británicos por España es casi legendaria. No sé si se debe a que Gran Bretaña
sea un pozo inagotable de historiadores y en realidad España sea sólo un objeto
de estudio entre muchos, pero la cantidad de ellos impresiona. Ahí están Hugh Thomas, Ian Gibson (irlandés, eso
sí), Henry Kamen, Gerald Brenan, o Raymond Carr… Todos ellos
han escrito sobre la Guerra Civil.
Santiago Casares Quiroga (vía),
presidente del gobierno republicano el 18 de julio de 1936.
En general, cuando alguien habla de un
hispanista, casi siempre pensamos en un británico, o, a lo sumo, un
estadounidense. Sospecho, no obstante, que el objeto de estudio del libro que
hoy traigo al blog pueda tener una mayor relación con este fenómeno de interés
británico por lo español: por un lado, de manera general, el enorme peso que la
Guerra Civil española tuvo en la ideologizada sociedad mundial de los años
treinta del siglo pasado, en un momento histórico caracterizado por una
dinámica de bloques que presagiaba una confrontación cuyo espejo premonitorio
sucedió en nuestro país; por otro, de manera particular, el error histórico
continuado de la democracia británica al no ayudar al gobierno de la República
(que entre otras consecuencias pudo haber acabado con el Reino Unido en manos
de los nazis que utilizaron militarmente su apoyo a Franco para prepararse), y
la importante cantidad de brigadistas británicos que llegaron al país a hacer
la guerra en defensa de la legalidad republicana
Manuel Azaña, presidente de la
República durante la Guerra
El libro de Paul Preston, La Guerra Civil española, es,
probablemente, de los más revisados y editados. No es un libro excesivamente
largo (por tanto, no es exhaustivo), ni especialmente interesado en la campaña
militar; de hecho la política en ambos bandos, sus elementos organizativos en
relación a la ayuda exterior, y el desarrollo de las alianzas y rupturas ocupan
más páginas que las batallas de la guerra, que Preston despacha con cierta
diligencia y sensación de que no fueron una experiencia principal en los casi
tres años de contienda. Preston, sin embargo, sí se interesa por las diferentes
formas de represión en ambos bandos, reconociendo la especial virulencia
ejercida en el bando nacional (estratégica, organizada y mayor cuanto más al
sur del país) y el establecimiento de conflictos civiles propios dentro del
bando republicano, al menos dos, durante la guerra.
José Calvo Sotelo (vía),
líder de Renovación Española, asesinado cinco días antes del golpe militar
Es la primera vez que leo una historia de
intención global del episodio histórico que aún se encuentra, junto con la
Segunda República, en el suelo histórico de nuestra realidad actual; porque
supuso una ruptura total de la continuidad histórica del país, porque rompió
familias y tradiciones con tremenda furia, y porque el país heredó una
dictadura fundada en una represión incapaz de cualquier desarrollo crítico
racional. Tampoco, peculiarmente, he acudido a esta lectura para descubrir
muchas novedades, pues múltiples lecturas, algo de mis estudios escolares, el
cine, el interés político e histórico que se desató en la transición y que me
tocó de lleno, los viajes por el país, o la continuada lectura de diferentes
episodios de la Guerra Civil, me habían sido suficiente para no sorprenderme
ante, por ejemplo, los Hechos de Mayo,
Belchite,
Gernika, el Alcázar
de Toledo, la masacre
de Badajoz, Paracuellos,
la desbandá,
o los sermones
radiofónicos de Queipo de Llano.
Masacre de Badajoz (vía).
Cadáveres a la espera de ser carbonizados
En Preston me gusta mucho el
extraordinario ritmo narrativo, y el lúcido análisis de los momentos políticos,
la claridad de la exposición de las relaciones e intereses internacionales, y
el estupendo resumen histórico que introduce la guerra a partir de los sucedido
en las dos décadas anteriores; también algunos hallazgos desconocidos, como la
hipótesis de que a largo plazo la represión franquista, al esquilmar a las
clases populares especialmente en los primeros años del régimen y favorecer así
la acumulación de grandes capitales, potenciaron con el tiempo las grandes
inversiones interiores y exteriores que necesariamente acabarían constituyendo
clases medias y formadas que acabarían con el régimen.
Barcelona en mayo de 1937 (vía)
Sin embargo, no me parece del todo
adecuado que Preston no mantenga menos implicación en su presentación en
principio científica del tema bajo estudio, sobre todo por ser innecesario.
Supongo que esta implicación parte del interés en romper la falsa similitud
entre las atrocidades cometidas en el nombre de la guerra en cada bando, que
Preston combate tanto cuantitativamente, con cifras, como cualitativamente,
desde la diferencia entre el terror meticulosamente diseñado e implacablemente
ejecutado en el interior del bando nacional, y los asesinatos producidos por el
estallido revolucionario y el ansia de venganza de las noticias del frente en
el bando republicano, cuyo apoyo por parte del poder fue mucho menor. Pero
Preston, por ello mismo, no necesitaría una autodefinición tan clara desde el
punto de partida: los hechos ya hablan por sí mismos. También he echado de
menos mayor foco en el frente del norte, claro. La falta de detalle hace que
sólo el episodio de Gernika tenga profundización, pero un tanto desligado del
resto del relato, y falto del entorno de la peculiar campaña vasca, con parte
del clero actuando en favor de la República, y su inferior represión en
términos relativos en lo humano y casi completos en lo industrial.
Bilbao, 1937 (vía)
Ahora que encontramos paralelismos
políticos entre nuestra época y los años treinta del siglo XX con facilidad
sorprendente, no es de extrañar que La
Guerra Civil española vuelva a reeditarse, aunque probablemente los
archivos del franquismo aún no accesibles volverán a forzar una nueva
reedición. No se me ocurre mejor argumento para leer estos libros sobre nuestra
historia común que precisamente la presencia de dichos paralelismos. A Preston
le debemos un libro que, cuando menos, se lee rapidísimo y con unos
inmejorables ritmo y entendimiento.
Paul Preston (vía)