El
primo Basilio es una novela del siglo XIX escrita
por José
María Eça de Queiroz, que he podido leer en traducción al castellano de
Ramón María del Valle-Inclán. Eça es uno de los grandes nombres de la
literatura portuguesa, y, por lo que tenía entendido y esta novela confirma, un
escritor encuadrable en su tiempo de novela tanto realista como romántica (a
saber dónde lo enmarcaría
Chus Lampreave), incluso con su punto de exaltación patriótica también
típica del nacionalismo europeo del XIX.
El
primo Basilio narra un adulterio y sus
consecuencias trágicas con un tono distendido e irónico, y con un atrevimiento
inesperado. Luisa es una joven esposa burguesa de Lisboa cuyo marido tiene que
trasladarse una temporada al Alentejo por trabajo. En ese momento regresa a la
ciudad Basilio, el primo de Luisa, tras años de ausencia, que ahora es un
hombre rico y desocupado, que desea retomar con ella una relación ya olvidada
que años atrás les llevó al compromiso matrimonial. Eça juega con todas las
posibilidades del folletín que se puede entrever: las habladurías de los
vecinos, los amigos de la pareja que conforman una tertulia cada domingo, las
criadas de la casa y las posibilidades que les da el conocimiento de las
relaciones de su ama, el chantaje sobre la esposa, etc…
Lisboa en 1880
En El
primo Basilio hay una construcción mecánica de la historia casi perfecta en
la que Eça incluso reclama su oficio: desde el diseño de la trama partiendo de
una obra de teatro escrita por otro familiar de Luisa, los diferentes tópicos
van apareciendo sin posibilidad de escapar al destino. Para ello también
utiliza varios espejos narrativos para la protagonista: la criada que recibe al
mozo de los vecinos, la amiga de vida liberal, o la amiga piadosa locamente
enamorada de un prócer. Eça se atreve además con pasajes de acaloramiento
sexual, afrontados con un placer disfrutable exento de culpabilidades
religiosas. Una rama de la trama tiene una visión social, que Eça intuye pero
no acaba de desarrollar, en la figura de Juliana, criada harta de servir y de
alma marxista incipiente, pero cuya revolución posible queda cercenada. También
la propia revolución de Luisa, visible en un punto de vista libertino pero
finalmente deudora de Madame
Bovary. Eça, en el momento clave del libro, pone en voz de un personaje
masculino que las mujeres no son culpables de estas situaciones, sino que lo
son los hombres. Lo dice Sebastián, amigo de toda la vida del marido, que nunca
ha tenido novia y que siempre fue ese confidente
seguro que todo hombre requiere, y que al discurso decimonónico de la mujer
burguesa encerrada en una vida anodina añade una relación homoerótica clara
(para quien quiera leer), por platónica que fuera y obviamente armarizado que
estuviera Sebastián.
El
primo Basilio recupera también para mí la magia
de los novelistas decimonónicos que crearon la novela moderna como producto,
que la popularizaron, y que denunciaban el tópico según el cual las mujeres
eran débiles por caer en el vicio de su lectura. Esa magia se traduce en
claridad literaria: ritmo narrativo, prosa limpia aparentemente simple,
supuesta ausencia del narrador. Claro que todo esto claro puede aplicar a muchas obras que han perdurado de los
autores que ciertamente lo merecían, pero, independientemente de eso, El primo Basilio brilla por sí misma, y
la fama de Eça, de quien hasta ahora no había leído nada, parece muy
justificada.
José María Eça de Queiroz (vía)