La etiqueta de la multinacional francesa en que compré este
volumen de The Line of Beauty está
fechada en diciembre de 2004, el mismo año en que la novela fue publicada y ganó
el premio Man
Booker. Yo había leído con cierta continuidad otras novelas anteriores de
Alan Hollinghurst, como The Spell
(publicada en 1998 y que leí en 2000), La
estrella de la guarda (publicada en 1994 y que leí en
1998), y La biblioteca de la piscina
(publicada en 1988 y que leí en 1999). Creo que las fechas son importantes
porque durante años se dijo que si Hollinghurst (1954) no había ganado antes el
Man Booker frente a algunos contemporáneos como Ian McEwan
(1948) o Kazuo Ishiguro (1954) se debía al contenido homoerótico de sus
novelas. Las fechas también importan porque se trata de una novela histórica
que retrata el thatcherismo desde un observatorio privilegiado –el interior de
una familia conservadora- así como el inicio de la plaga del VIH en la
Inglaterra de los ochenta. La visión del VIH, su tratamiento social y mediático,
su estigmatización y su (relativa) normalización actual, son asuntos que han
evolucionado con tal rapidez que sólo trece años de tiempo se convierten en un
abismo. También me sucedió recientemente con Dorian, aunque afortunadamente
Hollinghurst es un escritor con muchos más valores.
La línea de la belleza a que hace referencia el título no es
más que una S suave, que podría ser la que conforma las aberturas de resonancia
de un violín, o, como se menciona en la novela, las curvas de un arco conopial.
El protagonista de la novela es Nick Guest (con ese gusto por los apellidos
fácilmente simbólicos de Paul Auster) un estudiante de arte que vive como
invitado en casa de los Fedden, a cuyo hijo conoció en Oxford. En Oxford Nick
también conoció a Wani, el hijo de un libanés millonario gracias a un negocio
de tiendas minoristas. Wani está armarizado –incluso tiene novia oficial- y es
ocioso, promiscuo y cocainómano, pero también millonario y bello. Tan
millonario que se permite regalar un coche a su amante (Nick) y dejarse un
dineral en editar con él una revista de arte condenada al fracaso. Pero tan
bello que la línea de la belleza anida en él, y el carácter sublime de lo bello puede borrar todo entendimiento. Sucede por otro lado que el padre
de los Fedden es un parlamentario tory con deseos de medrar en el Reino Unido
thatcheriano, y que la promiscuidad sin protección no era una buena idea en los
ochenta. Se adivina al menos una parte del escándalo, claro.
Diseño y ejemplos del arco conupial (u ogee-arch, en el original)
La metáfora artística dentro de la obra literaria es una
línea que atraviesa toda la obra de Hollinghurst hasta al menos The Line of Beauty (tiene dos novelas
más recientes que no he leído), y que sirve para definir las paradojas de las
pulsiones sexuales (primordiales en los protagonistas del autor) mediante el deseo de expresión (por emplear un
término de Oscar Wilde) de una obra de arte. También sus personajes
protagonistas suelen encajar en el arquetipo del joven inglés blanco acomodado
o al menos de clase media pero de excelente educación y gusto artístico, homosexual
y personalmente liberado, que entabla relaciones poco normativas en las que
generalmente conoce una pasión sublime (expresable mediante arte, digamos), y
que aunque resultan imposibles como amor duradero dejan en él un conocimiento
vital o remarcan la ironía del destino personal. El tono en cualquier caso puede
ser erudito pero no elitista, ya que Hollinghurst no define a sus protagonistas
(por los que siente una franca simpatía que imagino cercana a una
identificación o proyección personales), y así pasa también con Nick Guest,
como pedantes culturales o resabiados de su alta cultura, y la novela es accesible, ágil, pícara pero sabia, y divertida. Tal vez Nick sea más
avezado sexualmente de lo debido, considerando que en la novela incluso
vivimos su pérdida de la virginidad en un episodio que podría bien ser una
descripción de una exitosa sesión de bolsa o una sencilla receta de cocina.
Alex Wyndham, quien también fue Cayo Mecenas en Roma, interpreta a Wani Ouradi en la adaptación
televisiva de la BBC (vía).
The Line of Beauty
resulta muy interesante como retrato familiar de derechas en la Inglaterra en
que esa derecha estaba desmantelando el
estado del bienestar. Hollinghurst no hace (del todo, las ironías son implícitas) política social pero sí construye la
hipocresía sexual que el VIH obligó a mirar de frente con dramatismo cuando una
sociedad adscrita a la doble moral se ve retratada públicamente. Mientras la
década va avanzando en el libro, la presencia del virus en la historia va
asentándose hasta manchar
posiblemente sin remedio la tradicional vida familiar, pero no la libertad con
que los personajes jóvenes vivieron su sexualidad (o sus adicciones). Guest en
cierto modo actúa como vigilante implicado en las diferentes caras de una vida
social en un momento convulso.
Me gusta que Hollinghurst, aunque publica en 2004, no deja
que el futuro se cuele en la historia, aunque conocer el final del thatcherismo
o los tratamientos médicos actuales sean tentaciones para que el autor muestre
un conocimiento superior que el que sus personajes necesitan. También su
capacidad de reflejar la combinación de miserias personales, familiares y
profesionales que supone la cotidianidad de la vida, para lo que construye
episodios domésticos de corte clásico pero hábilmente dialogados y con precisión psicológica. Ha rebajado cierta aunque
no totalmente la carga sexual de algunos episodios (que, no obstante, en sus
anteriores novelas resultaban excelentemente encajados incluso por su carácter
explícito), y tal vez por ello pudo ganar un premio. Él probablemente sabría
contar bien las aristas sociales, literarias, artísticas, que algo así tendría.
Alan Hollinghurst (vía)