Perseguía hace años la posibilidad de leer el Doktor
Faustus, una de las últimas grandes obras de Thomas Mann. Me lo había
encontrado descrito con pasión como ejemplo en El ruido eterno, el magnífico
ensayo de Alex Ross que explicaba política e historia del siglo XX a través de
la música compuesta y estrenada durante el mismo; ejemplo en realidad del
objetivo del propio Ross, que Thomas Mann focaliza especialmente en el
nacionalsocialismo, canalizando la historia a través de Adrián Leverkühn, el
músico que tal y como sugiere el título vende su alma al diablo a cambio de
conseguir componer con la perfección que perseguía. Alex Ross ha llegado
incluso a especular sobre la
música imaginaria de Leverkühn, de completa que es su descripción en las
páginas de Mann.
Y al final encontré el libro en la vieja colección de
clásicos en tapa dura de Seix Barral de @anitalorite, y, para mi alegría, a
pesar de ser una colección editada en 1984, la traducción corría a cargo de
Eugenio Xammar, uno de los excelentes periodistas españoles de entreguerras, y
de cuyos conocimientos para el alemán y su capacidad de prosa no podía dudar
tras leer sus Crónicas desde Berlín. Más que no
dudar, tuve una alegría inmensa.
Serenus Zeitblom, amigo de infancia y seguidor durante toda
su vida del compositor Adrián Leverkühn, narra su vida basándose en el trato
personal que tuvo con él y en los cuadernos y notas que recibe a su muerte.
Escribe en los últimos años de la II Guerra Mundial y aunque no menciona
acontecimientos bélicos concretos, el desmoronamiento del régimen nazi está ya
sucediendo literalmente, tal y como esperaba el propio Zeitblom. Mann escribe
desde su exilio norteamericano, y describe con desapego la frustración de la
historia alemana desde el inicio del siglo XX, lleno de ilusiones germánicas
tal y como ilusionante era la amistad del narrador con el joven Leverkühn,
hasta la caída tanto del régimen nazi como de todas las posibilidades de
felicidad que nunca pudiera tener el músico autor de las composiciones más
brillantes de su tiempo. En el centro del libro, su capítulo más famoso,
adoptando una simetría crítica y consciente de su relevancia (y con un
mecanismo dramático que ya empleaba en La
montaña mágica), Zeitblom relata la visita intensa y terrorífica del
diablo, recogida de los cuadernos de
Leverkühn, como un episodio que pudiera ser onírico o real, pero cuya fuerza es
demoledora en una novela de corte realista a pesar de la tradición romántica,
gracias a la ausencia de subrayado, a la presencia del razonamiento filosófico
previo, y a una fisicidad desasosegante. Fausto es uno de los mitos germánicos
más conocidos, el que anhelaba el máximo de conocimiento y reconocimiento,
desde los que el salto al máximo de poder es cuestión de dialéctica histórica
mediante el nacionalismo racial. Que el nazismo sea la consecuencia de tanta
ambición germánica pareció obvio una vez que se destruye el sueño, pero Mann ya
lo anticipa en su estudio histórico implícito, que incluye el despropósito de
autoengaño en que se inundó Alemania en la I Guerra Mundial, y que indica un
formidable cambio de opinión respecto a su visión anterior del conflicto, que
quedaba recogido en La montaña mágica
con una visión aún idealizadora de la guerra.
Doktor Faustus es
un libro que al igual que otros de Mann habla de arte como metáfora de vida. Se
nota su autoría por un hombre alejado ya de la modernidad, donde la alta
cultura es el concepto predominante y justificado (cierto es que en contra de
las formas dictatoriales de la cultura que emanaba del comunismo estalinista de
la época), pero la brillantez del discurso oblicuo de las formas armarizadas de
entender al personaje solitario y de homosexualidad latente y enmascarada sigue
presente. También las dicotomías de los personajes en la descripción del mundo,
que en este caso se centra en Alemania y el germanismo. Y frente a la filosofía
de la anterior opus magna, aquí el mecanismo principal es la música. Al
parecer, una buena parte de las ideas musicales que Mann describe a través de
su narrador están recogidas de textos que Adorno preparó para él
y lo cierto es que frente al libro de Alex Ross que mencionaba más arriba, han
resultado mucho más complicadas para un profano, posiblemente por un salto de
época evidente en formación cultural, por la propia exigencia al melómano que
suponían los tiempos anteriores a la guerra, los de esa alta cultura que también
arrastró a un pueblo entero.
Thomas Mann (vía)