28 de diciembre de 2015

Y mientras tanto, en el País Vasco... Capítulo I


Me resulta algo… no sé si curioso, si intrigante, o si preocupante, acudir a una biblioteca, y al buscar la historia de los partidos políticos en el País Vasco encontrarme con una ingente literatura sobre el PNV y una tan escasa sobre el PSOE. Cierto es que la explicación del nacionalismo tanto en su propia tierra como fuera de ella es un fenómeno entiendo que más interesante (y vendible), por las especificidades que cada uno tiene (reforzadas por el subrayado cultural, normalmente unívoco), y, en cierto modo, por la necesidad de un mayor entendimiento del mismo en términos históricos. Pero bien observado, esta falta de literatura de historia política es un riesgo. El caso es que buscadas a nivel de catálogo de biblioteca bilbaína historias digamos concretas al menos de los partidos que históricamente han practicado el nacionalismo y el socialismo en el País Vasco, PNV y PSOE, partidos presentes hace más de cien años y determinantes en varias épocas históricas, sólo aparece este libro de Jesús Eguiguren (que obviamente no es un analista exterior), Historia del socialismo vasco, (1886-2009). Puede que haya otros, tal vez más específicos por épocas, o más generalistas en historia política, y entiendo que en bibliotecas más especializadas (en las universidades, claro), así será. El libro, único ejemplar en todas las bibliotecas, llevaba años sin que nadie lo leyera.

Indalecio Prieto en 1936 (vía)

Así que cuando Eguiguren comienza a hacer su estudio histórico casi es irónico que hable de escasez de fuentes. Él se refiere sobre todo a los primeros congresos y reuniones de las agrupaciones, al conocimiento del pensamiento primigenio del partido, y a poder narrar su devenir incluso más allá de las publicaciones (La Lucha de Clases, El Socialista) y de las actas al parecer no completas de congresos y reuniones. Lo que sigue, especialmente hasta 1936, es apasionante: el desarrollarse incipiente de la militancia socialista, sindicalista y juvenil (y al relación entre todas) en las cuatro tan diferentes provincias, el nacimiento de agrupaciones y federaciones, la relación de la afiliación con el modelo industrial del país y la distinción entre los sectores minero y metalúrgico al considerar la acción sindical, las diferencias entre el socialismo vascoparlante de Eibar y el castellanoparlante de la margen izquierda, la búsqueda de la conjunción con los republicanos, la escisión tras la aparición del comunismo después de la revolución soviética (¡el PCOE!), o las actitudes antagónicas en la Dictadura de Primo de Rivera y en la Segunda República. Así, es un estudio bastante exhaustivo de la época que va desde la fundación de las primeras agrupaciones del PSOE en Bizkaia (1886) hasta el inicio de la Guerra Civil, y resulta más sorprendente por desconocido, y por explicativo también de la trayectoria más cercana, la que nace con la transición y hasta que Patxi López alcanza la Lehendakaritza en 2009, punto final del libro. Esta parte sin embargo es menos exhaustiva, y su carácter parece más cercano a cierto reportaje profundo que al análisis en términos históricos tal vez aún no posibles; la cercanía histórica permite además entrever la ausencia de detalle en muchos episodios.

Tomás Meabe, en el perfil nietzscheano que le pintó Alberto Arrúe.

Prolijo en argumentos y notas, y en el uso de la bibliografía disponible, y desgraciadamente premioso en ocasiones por sobreabundancia, trufado además de errores tipográficos y gramaticales increíbles (que hacen pensar que faltó un editor profesional), resulta más que  interesante constatar a partir de los semblantes biográficos (Indalecio Prieto, Francisco Perezagua, Tomás Meabe…) y de sus posturas tan a menudo enfrentadas en lo que ahora llamaríamos almas de un partido, cómo las personas definen las relaciones y el éxito de las corrientes en los partidos, y cómo el PSOE, en cierto modo, ha sido siempre así, incluyendo sus momento actuales. Existe también una apasionante dialéctica histórica entre la aparición del socialismo vasco en su contexto histórico en relación también a la aparición del nacionalismo incipiente de la época –algo que se nota que a Eguiguren le obsesiona dentro de su propia posición personal al respecto-, y el devenir histórico posibilista que arrastra el PSOE, especialmente a partir de Indalecio Prieto. Y tal vez por la negación de la política que muchas veces hemos hecho como ciudadanos comunes (algo que en el País Vasco reciente se ha alimentado de factores exógenos a la práctica política normal), no deja de ser ilusionante descubrir la propia historia del país encerrada en lo que es uno de sus actores. Se impone por ello buscar la de los demás…

Jesús Eguiguren (vía)



18 de diciembre de 2015

La ética es ineliminable


Esta obviedad es mencionada por José Luis López Aranguren en este libro, augurando que nunca seremos capaces de vivir en una sociedad sin problemas morales. Para Aranguren no es fácil conciliar el mundo de la teoría que suponen los condicionantes éticos y el mundo práctico de la política real. Uno puede situarse en posiciones extremas al respecto: no querer participar en política por sentirla éticamente inaceptable –esto Aranguren lo ve como una desgraciada falta de cumplimiento de obligaciones del ciudadano demócrata, y lo achaca a posiciones burguesas o anarquistas-; o adoptar posturas de realismo político que ven la práctica política como un conjunto de soluciones técnicas no necesariamente opuestas a la ética, pero en la que esta no tiene por qué participar (es interesante cómo compara la ética personal frente a la colectiva en algunos casos, o cómo muchos países practican este realismo político en su política internacional pero no en la nacional, con su pueblo aceptándolo sin problemas). El punto medio, afirmar ambas cosas a la vez, es finalmente vivido por el protagonista que lo intenta como una imposibilidad trágica, o como un drama moral…

(vía)

Ética y Política es un libro excelentemente escrito, claramente expositivo, con cierto carácter divulgativo que efectúa un repaso a las políticas y pensamientos que durante los siglos XVIII y XIX cambiaron los regímenes políticos en busca de edificios más justos, que disecciona las éticas individuales y colectivas, la relación entre ellas, y por qué determinados movimientos políticoeconómicos, antes filosóficos, los impusieron. Contiene capítulos magníficos para explicar por ejemplo en un contexto histórico (la Ilustración) el desarrollo de las soluciones técnicas de la división de poderes como herramienta para que el ejercicio político fuese más justo, o la necesidad de convertir al ciudadano en soberano (y su participación continua) para que una democracia sea digna de ese nombre, mostrando a la vez cómo concepciones directamente políticas o la potenciación de la moral individual pueden contribuir a un mundo mejor. O por ejemplo la evolución de la participación individual en la política en fases revolucionarias, democráticas o dictatoriales. El libro pasa por Marx, Hegel, Montesquieu, Rousseau o Sartre, como figuras que estudiaron o propusieron concepciones que implicaban una visión determinada de la ética en la práctica política.

Recuerdo mucho a Aranguren de sus múltiples apariciones mediáticas durante los años ochenta. Su historia era polémica porque pasó de intelectual falangista y cristiano a catedrático que protestaba contra el régimen, y a figura de la democracia y la filosofía en la transición. Tuvo en su día que dejar su cátedra, pero vivió un gran reconocimiento en sus últimos años. Este libro, que he disfrutado pero no subrayado como habría querido (porque no es mío) tiene más virtudes académicas que realmente algo que pudiera llamar pensamiento propio. Aranguren es claramente no marxista (los argumentos dedicados a su ética colectiva son contundentes), utiliza elementos cristianos en algunos argumentos pero sin subrayar su preeminencia, y defiende lo que hoy llamaríamos empoderamiento del ciudadano individual para apuntalar una política más justa y verazmente democrática. Ninguna de estas ideas es especialmente original o distinta, creo, pero su expresión y desarrollo son adecuados también para nuestros tiempos.

José Luis López Aranguren, por Jesús Ciscar (vía)

8 de diciembre de 2015

Lobo


Qué bonita es Colmillo Blanco, la breve novela tan exitosa de Jack London, en la que cuenta la vida de un lobo desde que sus padres se conocen en una hambruna en el Yukon hasta que es domesticado en una casa de buena familia en California. Y eso que en el fondo la podemos considerar una novela de tesis, un canto a la civilización y sus valores (aquellos que se denuestan hasta que faltan) y una excelente dramatización de la necesidad de dominar la naturaleza mediante la inteligencia para la supervivencia, un discurso propio del positivismo científico del cambio de siglo (XIX-XX), que hoy está en obvia reconsideración por la situación medioambiental. Fue casi compulsivo comprobar tras los primeros capítulos que en efecto la propia infancia y juventud de Jack London fueron un viaje hacia su propia doma como individuo.

Adaptación de Colmillo Blanco de 1991, por Randal Kleiser, con Ethan Hawke (vía)

Jack London consigue un extraño equilibrio con el punto de vista en la novela. Su protagonista es un animal inteligente que aprende del entorno, que califica con sencillez primitiva los elementos que lo conforman, y que actúa de acuerdo a su instinto y su ansia de vivir. Pero a pesar de la cercanía a este protagonista, para el que London utiliza frases simples y directas que encadena con un ritmo endiablado lleno de experiencias sensoriales y conexiones psicológicas directas, el lenguaje es humano, y la atribución de cualidades humanas se realiza desde un narrador que a veces recuerda que habla de un animal que no puede entender todo. Hay también un retrato directo de la sociedad norteamericana de la época; una sociedad en la que London alterna justicia y crueldad como modelos de educación hacia la criatura, entre los que esta debe decidir en su búsqueda del mejor camino.

No hay aventura sin sentido moral, decía Fernando Savater en su libro, y Colmillo blanco encaja bien en esa descripción. Aunque por encima de estas consideraciones, el entusiasmo narrativo del autor, la connivencia con la psicología pura y salvaje de su protagonista, y la inmersión profunda en el entorno natural despiertan en el lector de London el mecanismo de identificación con una eficacia que no recordaba hacía tiempo. Este es un libro maravilloso.

Jack London (vía)