Eduard Limónov, joven aspirante a poeta alternativo en los
setenta soviéticos, escritor promesa, chapero ocasional y mayordomo de lujo en
Nueva York, novelista de éxito underground en París, soldado proserbio en
Yugoslavia, y político encarcelado y opositor a Putin en Rusia, es un personaje
REAL.
Y aunque Limónov merezca, sólo con echar un ojo a esa vida,
un libro, este volumen escrito por Emmanuel Carrère tiene otro clarísimo
protagonista: el autor. Limónov es
tan biografía como libro de autoficción, en el que el autor que lo escribe comparar
su trayectoria con la del autor retratado, y ese contraste es uno de los ejes
que articula la narración. Carrère admira al hombre de acción que ha vivido y
que ha escrito habiendo vivido, admira al hombre arriesgado y en ocasiones
asceta, casi siempre pobre, y cuyo código de honor se aleja de
convencionalismos o burguesías, y lamenta su incapacidad vital para emularlo.
El joven Limónov (vía)
Otro importante eje del libro es el diálogo subterráneo
entre Occidente y Oriente (bueno, entre Occidente y Rusia, aunque Limónov
pasara casi toda su infancia y adolescencia en Ucrania). Carrère es probablemente
uno de esos occidentales, francés en este caso, que por tener antecedentes
rusos puede comprender más un país de alma excesiva que tan difícil de entender
(nos) resulta. Limónov viaja de la Unión Soviética a los Estados Unidos cuando
sólo los disidentes lo hacían, encuentra el éxito literario reducido en el
París de los ochenta, y regresa a Rusia en el caos del final soviético.
Un eje final, tal vez menos obvio, es el que describe los
diferentes encierros vitales en que Limónov nunca acaba de encontrar acomodo
real: su ghetto cultural de Járkov y de Moscú se perpetúa entre el círculo de
norteamericanos snobs que considera estupendo conocer a un ruso, siempre
escritor o artista, en Nueva York, y prosigue entre los guardaespaldas jóvenes
militantes de su partido en Rusia, quienes le protegen de las palizas y
amenazas anónimas. Estos encierros
llegan a su cumbre cuando se convierte en prisionero político bajo Putin. Un hombre
aparentemente libre como Limónov alcanza su verdad profunda en la prisión de
Engels tras ser detenido por terrorismo en Asia Central, donde visitaba una
especie de comuna del partido en que por primera vez conseguía alcanzar cierta
comunión con la naturaleza. En la cárcel Limónov toma consciencia de que puede
ser el único hombre del planeta capaz de darse cuenta de que los baños son
iguales a los de un hotel de Nueva York, ambos diseñados por Philippe Starck. Carrère
afirma que el poder relacional de esta imagen, metafórica en varios frentes,
sin olvidar que el diseñador en cuestión es francés, enciende el anhelo de
escribir este libro, y obviamente lo inspira.
La obra propia del Limónov escritor es casi por entero
autobiográfica, aunque no académica ni por supuesto convencional. Sus libros
son la primera fuente de información de Carrère, que además conoció fugazmente
a Limónov en París y volvió a verle en Rusia, nada menos que en un homenaje a Anna Politkóvskaya,
antes de intentar entrevistarle con miras a aumentar su información, sin que
sus encuentros fueran fructíferos para ello.
Carrère encuentra un afortunado tono narrativo, que nunca
abandona su escritura inspirada, siempre interesante y lúcida, y que brilla en
su mezcla de ensayo, biografía y confesión, alrededor del proceso creativo y su
relación con la vida. Sus páginas sumergen al lector en una odisea personal
envuelta en la historia de los últimos cuarenta años, especialmente la rusa, que
le permite además dibujar escenarios de la ética moderna –sobre el éxito o
sobre la violencia- a través de un personaje controvertido e impredecible, cuya
genialidad biográfica es asombrosa y atractiva como pocas.
Emmanuel Carrère (vía)