Desde su portada, El
cuarto de Lautréamont, de Edith & Corcal, anuncia que se trata de La
primera novela gráfica, publicada en 1874, por fin en su edición íntegra. Una
obra encontrada más de 100 años después de su primera edición y que llegó a
manos del hijo de la dibujante Edith, quien ha reconstruido la historia junto
con el guionista Corcal, y editado la novela gráfica de nuevo.
O mejor dicho, una obra que se habría encontrado, que
llegaría a manos del hijo, quien reconstruiría y editaría… Porque, lógicamente,
es todo mentira. El cómic es moderno, tiene viñetas y bocadillos, y un concepto
narrativo que en 1874 no existía, además de una representación estética de lo
histórico muy propia de nuestros años. La historia mezcla personajes reales y
ficticios, y encierra un bonito homenaje a la literatura y a una época concreta
especialmente relevante para la misma.
El protagonista en el satánico cuarto del título (vía)
El protagonista de El
cuarto de Lautréamont es Auguste de Bretagne, un hombre que vive en París
en la habitación que un año antes pertenecía al conde de Lautréamont, el autor
de Los Cantos de Maldoror, un libro
satánico y brutal del que sólo se editaron 10 volúmenes en vida del autor, y
que décadas más tarde fueron fuente de inspiración para los surrealistas.
Estamos en 1871, tras los sucesos de la Comuna de París, y Bretagne asiste a
las reuniones poéticas con Rimbaud y Verlaine, mientras va descubriendo
diferentes misterios que Lautréamont dejó en su cuarto, tal vez reales o tal vez
fantásticos y procedentes de otros mundos.
Rimbaud y el peyote (vía)
En realidad, el lector no necesita saber dónde acaba la
realidad y dónde termina la ficción, pues ese es el juego del libro, que todo
pueda encajar pero que se note la construcción a pesar de todo. Por ejemplo: para
explicar por qué la historia terminó publicada en forma de cómic en aquellos
años, los autores introducen como personaje a un dibujante que lee planchas
gráficas llenas de onomatopeyas a los poetas zutistas a los que pertenecía
Rimbaud, obviamente con un gran éxito, en un episodio que por fantástico que sea
es completamente verosímil además de divertidísimo. Este personaje, trasunto
físico y artístico de Toulouse-Lautrec, realizará la ilustración de la historia
que Bretagne escribe sobre Lautréamont y sus horrores, jugando con la idea de
un libro ficticio perdido en la historia, frente a un libro real y maldito que
apenas conoció diez ejemplares de edición.
Y el cómic quedó inventado... (vía)
El cuarto de
Lautréamont es un cómic ejemplar que retrata una época recogiendo mejor el
momento psicológico y vital de sus modernos protagonistas que muchos textos
puramente históricos. Y una vez más, esto lo consigue la edad de oro del cómic
que estamos viviendo.
Edith y Corcal (vía)