Aunque estas
relaciones con las grandes empresas me han reportado perspectivas detalladas
del devastador deterioro medioambiental que con frecuencia originan, también he
contemplado de cerca situaciones en que a las grandes empresas les interesaba
adoptar garantías medioambientales más draconianas y efectivas que las que he
visto aplicar incluso en los bosques nacionales de Estados Unidos.
Estoy interesado en lo que motiva estas diferentes políticas medioambientales de
las distintas empresas (...)
En realidad, las grandes empresas no me han contratado y describo francamente
lo que veo que sucede en sus instalaciones, aun cuando las visito como invitado
suyo. En algunas instalaciones he visto compañías petroleras y empresas
madereras que están siendo destructivas, y lo he dicho; en otras las he visto
ser cuidadosas, y eso fue lo que dije. Mi punto de vista es que mientras los
ecologistas no estén dispuestos a involucrarse con las grandes empresas, que
son algunas de las fuerzas más poderosas del mundo moderno, no se podrán
resolver los problemas medioambientales del mundo.'
Cuando leí el excelente Armas,
gérmenes y acero, de Jared Diamond, éste ya había escrito Colapso. Ahora que he leído este libro,
resulta que Diamond ya ha publicado el siguiente. Siete años de distancia están
bien ante un escritor como éste, que por momentos parece acercarse al estatus
de sabio, cuyos libros son un torrente de conocimiento (nótese que no digo
información), y ante cuyo estilo, falta de dogmatismo, precisión científica,
visión histórica y capacidad divulgativa me vuelvo a quitar el sombrero.
Colapso habla de
las civilizaciones que se derrumban y de las causas para ello. Su tesis, lo
suficientemente repetida en el libro para poder recordarla bien, se basa en que
las civilizaciones se terminan por hechos relacionados siempre con la
interacción entre el hombre y su entorno natural; es decir, por efectos
medioambientales relacionados o producidos por el hombre. Diamond dice que
estas causas medioambientales se convierten en determinantes según sean cuatro factores más: los cambios climáticos, la presencia de una
civilización amistosa, la presencia de una hostil, y la respuesta de los
hombres ante el impacto medioambiental, si son capaces de detectarlo.
La producción en aumento de moais por cuestiones políticas acabó por causar la desforestación de la Isla de Pascua (vía)
Jared Diamond huye científicamente de tópicos y dogmatismos:
las civilizaciones antiguas no fueron mejores que las actuales. Varias destrozaron
su medio ambiente y por ello se quedaron sin recursos y desaparecieron. El mito
del hombre primitivo en conexión ecológica con la naturaleza no existe: lo
demuestran los casos de los mayas, la isla de Pascua, la isla de Pitcairn, los
indios anasazi o incluso los noruegos que tras cuatrocientos años
desaparecieron de Groenlandia. Su método parte de abundantes documentación y
bibliografía; un conocimiento extenso del medio natural (agricultura,
silvicultura); de los estudios de datación y sus resultados, que son, en
ocasiones, apasionantes (el registro del hielo en el Ártico, el de los árboles
usados en construcción en la Norteamérica indígena, el polen…); muy poca
especulación, siempre dirigida por el sentido común y siempre bien advertida al
lector. Por supuesto que hay ejemplos de sociedades primitivas muy distintas
que sí supieron sobrevivir a sus propios efectos medioambientales, y que
tomaron decisiones complejas, a veces inaceptables para nuestro punto de vista
actual (como según qué controles de natalidad), y que han llegado felizmente a
nuestros días, aunque siempre con factores enmarcados en los puntos que
mencionaba más arriba. Es muy revelador, además, cómo explica la existencia de
soluciones arriba-abajo y abajo-arriba que hayan sido útiles en ese camino,
mostrando también la variedad de metodologías de gobernanza que debemos
considerar. Diamond se centra en los colapsos
como fuente de aprendizaje hacia el futuro, con el objetivo de que el planeta
no se convierta en una isla de Pascua que se desforesta en una espiral de
búsqueda de poder, sino más bien como un Japón capaz de regular (en el siglo
XVIII) sus bosques ante su pérdida de recursos. Y aunque su objetivo sea el
planeta, sus casos de estudio modernos son concretos: Australia (país sobre el
que su estudio ha recibido mucha contestación), China, Montana, Ruanda/Burundi,
y Haití/República Dominicana, con explicación de causas del pasado y del
potencial de futuro.
En el siglo XVIII, en Japón, llegaron a identificar cada árbol de sus bosques. Claro que los japoneses empezaron a importar madera de otros países a los que llevaron a serios problemas de deforestación (vía)
Hay dos capítulos que me gustaría destacar especialmente. Uno
es el dedicado a la gestión empresarial, a la que obviamente Diamond es lejano,
y su demonización por defecto por los movimientos ecologistas, que rara vez
elogian un comportamiento medioambiental adecuado de una compañía, sobre todo
si pertenece a un sector polémico. Su explicación de las implicaciones
históricas de estos sectores en la renovación de recursos, o cómo la capacidad de
repercutir costes a los consumidores permite un mejor comportamiento
medioambiental de la empresa, es brillante, aunque sus conclusiones sean
polémicas y discutibles (y él mismo es consciente). La frase que abre este post
es el resumen del pensamiento de Diamond en este punto, y no puedo sino pensar
en la razón que tiene. A ello se suma su apelación a las conciencias ciudadanas
como presión siempre necesaria ante gobiernos y empresas para su cambio de
actitud.
El segundo capítulo a destacar tiene que ver con el hecho de
que las civilizaciones que se desmoronan no tomen acciones inteligentes para
evitarlo. Dado que los errores cometidos por anterioridad con la principal
fuente de enseñanza para nosotros, resulta necesario destacarlos: la
incapacidad física o técnica para prever o, una vez producido, detectar el
problema (con conceptos como la lejanía de los responsables, la normalidad
progresiva, la amnesia del paisaje), las conductas racionales pero moralmente
reprensibles (el egoísmo, la tragedia de lo común, los choques de intereses, el
anhelo de poder), o las irracionales (la persistencia en el error por culpa de
valores culturales o religiosos, las necesidades a corto plazo, o los engaños
del pensamiento colectivo), o, por supuesto, el hecho de tomar las decisiones
tarde o ser éstas equivocadas.
Tikal. La civilización maya tiene varios colapsos registrados durante siglos (foto de soyignatius)
Para terminar, una discrepancia y una ausencia. La discrepancia
procede de la desconfianza de Jared Diamond hacia la tecnología, a la que cree
complejo esperar en busca de soluciones, ya que sus implantaciones son lentas y
el planeta necesita resultados inmediatos. Me sorprende que despache el tema
con cierta rapidez, como si redujera el campo a los grandes aventuras
tecnológicas (quizá, por ejemplo, sustituir las energías fósiles por el
hidrógeno), y renunciando a las soluciones abajo-arriba que también puede darse
en ciencia.
La ausencia es la falta de mención a la economía circular,
que es un concepto que nace tímidamente en los setenta y que ya es ampliamente
conocido como propuesta en 2006, aunque su eclosión sea posterior, con la
crisis o la labor de la Ellen MacArthur Foundation.
Un camino que abre muchas posibilidades, con cambios conceptuales esenciales, y
nuevas estrategias necesarias ante el desafío medioambiental.