28 de julio de 2013

Los días de Bascombe



Acción de Gracias es la desgraciada traducción de The Lay of the Land (La disposición de la tierra), la novela publicada en 2006 por Richard Ford, y que completa una trilogía con ambición de gran novela americana, tras El periodista deportivo, y El día de la independencia. Las tres están protagonizadas por Frank Bascombe, un agente inmobiliario reflexivo y observador, afable pero solitario, que disecciona su vida y su país en jornadas significativas, como el 4 de julio o el día de Acción de Gracias. Supongo que era una tentación editorial muy grande traducir así el título del libro, dado el carácter de secuela, y que, el anterior, con grandísimo éxito, se restringía temporalmente a un día, y éste lo hace a tres. Pero también entiendo que el autor huía deliberadamente de esa conexión entre los títulos…

Árbol seco y vista lateral de la Casa Lombard (Edward Hopper, vía)

Bascombe es un personaje marcado por la tragedia familiar: la muerte de su hijo a los nueve años de edad lo sume en una crisis personal (El periodista deportivo), le hace divorciarse, y enfrentarse con cierto temor a la vida con sus otros hijos (El día de la independencia). En Acción de Gracias, sus dos otros hijos son mayores, pero la serenidad vital que había alcanzado (Bascombe lo llama el periodo permanente, como parte de una descripción continuada y acertada de la tranquilidad de la madurez asumida) se rompe porque su segunda mujer le abandona y él contrae un cáncer, contra el que lucha con apreciables garantías de éxito. La novela transcurre del martes al jueves de la semana de noviembre en que los estadounidenses celebran su Thanksgiving, y en esas jornadaa maratonianas para las que Ford emplea 700 minuciosas páginas, Bascombe visita a su ex mujer, realiza un par de acciones comerciales con su socio tibetano (¡!) de la inmobiliaria, visita con un antiguo amigo una demolición, se mueve de continuo en su coche, acude al funeral de un amigo, visita un par de bares donde bebe más de la cuenta, etc…

Alameda Gran Torino 1974 (Robert Bechtle, vía)

Ford domina el tiempo en su relato, dilatando la acción gracias a la reflexión sociomoral y al pensamiento divergente de su personaje. Usa frases de sencillez completa, nunca busca imágenes poéticas, y no impone una estructura. La cotidianeidad pequeña de miserias y alegrías de la clase media norteamericana es su objeto, estudiado a través de un nuevo estoico. Y de todo ello resulta que me quedo sin argumentos analíticos con que defender la novela… Ya con El día de la indepencia (más brillante en su progresión y en la fisicidad de los miedos de su protagonista) tuve cierta sensación de novela muy esforzada. Para intentar explicar la extrañeza que me supone el trabajo intenso de Ford en contraste con su personaje e historias, me voy a fijar en el contexto: Bascombe es un estupendo agente inmobiliario, que cree en su trabajo, y que considera honestamente la relación con sus clientes, a los que aconseja después de haberlos diseccionado con su psicología particular, y que concede al hogar, a la casa de cada uno, un peso apabullante en la felicidad personal y familiar. Y Ford, sin duda, conoce técnicamente el tema y lo ha estudiado como base fundamental de una historia… ¡publicada en 2006! ¡Con una burbuja inmobiliaria a punto de estallar y sin indicio alguno de lo que llegaba! Cierto es que Acción de Gracias transcurre en 2000, en ese periodo en que la primera democracia del mundo abochornaba al planeta con el recuento de las absurdamente decimonónicas papeletas de Florida para las elecciones presidenciales Bush vs. Gore (vs. Nader), y que en ese tiempo aún no se preveía que las desregulaciones financieras llevarían al desastre. Al mismo tiempo, la situación política –que está presente de continuo en un Bascombe demócrata y militante que vive y trabaja rodeado de republicanos- no prevé lo que sucedería en el país en septiembre de 2001, en un ejercicio que se me antoja casi transparente de… bueno, de no querer contaminarse o no poder afrontar el peso del acontecimiento, que lógicamente Ford conocía al escribir, y que dado el anhelo analítico de su personaje y su vida anclada en un presente muy definido, necesitó obviar.

Todo esto suena a decirle al escritor cómo debe hacer su tarea, cosa que odio, ya que tiene derecho a centrarse en lo que quiera, aunque deba hacer malabarismos temporales e imagino que mentales para conseguirlo. Acción de Gracias es en sí una novela conseguida, una pequeña aventura cotidiana que se sigue con tranquilo interés, con profundidad moral y cierta dosis de pasmo lúcido ante la complejidad sentimental contemporánea.

Richard Ford (vía






18 de julio de 2013

Los perros azules

Reseña previamente publicada en la Revista Cultural Factor Crítico


La Editorial Sexto Piso, originaria de México, sigue con la publicación en España de escritores sudamericanos contemporáneos que es tentador (aunque posiblemente equivocado) decir que se encuentran al margen del canon. Al pintor, músico y poeta brasileño Rodrigo de Souza Leão no le va a dar tiempo a ser un autor mainstream dado que murió en 2009, a los 44 años de edad, y después de haber pasado media vida bajo tratamientos psiquiátricos. Todos los perros son azules es una novela autobiográfica y se inscribe en el subgénero del loco cuya bufonesca lucidez arroja verdad al mundo, y es un relato corto narrado desde la mente estropeada del propio Rodrigo.

En su internamiento físico, Rodrigo recibe las visitas de Rimbaud y Baudelaire, imagina que un grillo en su cabeza le hace estar malito, y juega y hace amistad con su cachorro de peluche azul. Su inspiración delirante es también lisérgica, conscientemente procedente de la medicación que los doctores le proporcionan, como si entre su mente y el entorno hubieran disparado un mundo paralelo, donde otros enfermos adquieren auras míticas, o sus pulsiones internas –también sexuales- encuentran desarrollo. La novela no avanza narrativamente en un modo convencional, sino que describe un estado mental intransferible. Nos da un festín de sensaciones donde se combinan un conocimiento de alta cultura y una fisicidad propia que Rodrigo vive como vulgar y marginadora. Su obesidad aplastante le acaba de acercar a antihéroes literarios tan disfrutables como Óscar Wao o Ignatius J. Reilly.

El principal valor de Todos los perros son azules está en su ritmo implacable, que cierra con maestría la descripción obsesiva de un mundo propio en el que no faltan las visiones de una sociedad incomprensible y veladamente injusta con el enfermo, que en su paranoia siempre dice la verdad, de 'la naturaleza es muy linda y recuerda a un cementerio' a 'molestar parece ser condición del buen funcionario estatal'. La primera parte del libro (Todo se volvió Van Gogh) es especialmente brillante aunando todas estas facetas.

El libro entero es corto, 107 páginas, que caen en una sentada. Tampoco podía ser más largo sin producir una sensación de inacción, y posiblemente habría perdido poder literario.


Rodrigo de Souza Leao (vía)

8 de julio de 2013

Haz pOp


pOp cOntrOl, este libro de Miguel Ibáñez que es una pequeña biblia (sub)cultural, tiene un aire buscado de fanzine encuadernado, con sus márgenes dibujados y sus fotos de baja calidad. Se subtitula Crónicas post-industriales, y aunque es un libro interesante e incluso instructivo, también es obsesivo, repetitivo, y, sobre todo, escrito con un tono pretendidamente coloquial que con frecuencia me irrita; los trece años que han pasado desde su publicación, y el peso enorme que hoy tiene la web en el tema han contribuido tal vez a cierto aire decadente, incluso en su lenguaje, aunque el espíritu de la propuesta no haya perdido vigencia.

(vía)

pOp cOntrOl hace un repaso personal y decididamente subjetivo a determinados componentes de la subcultura que sin nexos especialmente conseguidos van de los psychokillers a las teorías conspiranoicas pasando por el control de las corporaciones, la televisión, los subdeportes o la revolución islámica iraní. Lo post-industrial surge tras la II Guerra Mundial, cuando el mito de la sistemática industrial masiva cae por el horror nazi que lo llevó a su culmen, y una nueva era cultural crece, amparada por la guerra fría, el desarrollismo capitalista y la explosión de lo mediático.

Miguel Ibáñez yuxtapone miles de anécdotas y opiniones, resueltas en pinceladas en gran parte, que a veces aturden por acumulación (las conspiraciones por ejemplo llenan un capítulo de gran exceso enumerativo), y en el que las ideas excelentes y la visión alternativa sobre el mundo cultural que vivimos y su lectura divergente quedan algo ahogadas. Es interesante su visión desparramada de la cultura popular del control, reflejo de su carácter extenso e inabarcable, y su revelación de otro mundo es excelente para ingenuos no iniciados, pero su tono y lenguaje apelan más bien a los propios consumidores vocacionales de la (sub)cultura recogida, expulsando así al extraño, que en este caso resulto ser yo. O tal vez no, porque con mimbres similares, el SeñorAusente continúa creando una obra analítica superior en profundidad y excelentemente escrita. Que al final, es lo determinante.

(vía)