Parece que el escritor francés Jean Echenoz escribe mucho sobre
personajes reales. Sus tres últimas novelas se centran en Maurice Ravel, Emil
Zátopek y Nikola Tesla. El de Zátopek, titulado escuetamente Correr, es el primer libro que leo de
este autor.
Emil Zátopek fue un corredor de medio fondo checoslovaco que
a finales de los años 40 del siglo pasado sorprendió a todo el mundo batiendo los
récords de todas las distancias largas del atletismo, ganando medallas
olímpicas y carreras allí por donde pasaba, siempre con un estilo heterodoxo
(la portada del libro es clara al respecto), pero con resultados
inapelables. Lo hizo bajo la atenta mirada del régimen comunista, para el que su aparición fue
sin duda milagrosa, un prodigio de la naturaleza cuya llegada a la alta
competición, sin conocer estrategias de carrera ni métodos de entrenamiento,
fue casual y resultado de un esfuerzo individual, autodidacta y prácticamente
sin recursos, años antes de la inversión de los regímenes comunistas en el deporte de alta competición. El recuerdo mítico de Zátopek persiste en los aficionados al
atletismo a pesar del tiempo transcurrido.
Zátopek besa a su mujer, también atleta y campeona olímica (vía)
Echenoz retrata a un hombre sencillo, competitivo y poco
endiosado. El libro avanza en capítulos cortos, en frases rápidas,
centelleantes, que cubren desde la invasión alemana de Checoslovaquia hasta la
caída de Dubček
en 1968. La tentación es decir que estas tres décadas suceden tan rápido como
la propia ejecución atlética del mismo Zátopek, y así lo dicen algunas reseñas.
Imagino que con Ravel todo será fluir musical y con Tesla relámpagos y
centellas…
No hay complejidad psicológica en Correr, sino más bien una descripción naturalista de sentimientos
comunes. Zátopek puede haber sido una persona sencilla con un talento
descomunal, que más o menos aceptó las cosas de la vida como le sucedieron, y el
relato de su vida encuentra un interés no trágico -para él- pero sí irónico en haber sido
controlado por un estado comunista opresor. El tema de este libro es la inalterable
voluntad de un hombre enfrentado a las condiciones absurdas que se le imponen
para practicar su inocua pasión como si el mecanismo más noble para la libertad
fuera la pureza de sentimientos. En la sencilla precisión del lenguaje –sin epítetos,
sin metáforas, con diálogos y palabras escogidamente rutinarias- se consigue un
reflejo impecable del protagonista. Desconozco si se ajusta completamente a la
realidad, si el autor se desliza por el camino de la hagiografía, pero como
trabajo literario es emocionante y certero, y no se para en describir una mítica
deportiva absurda.
Jean Echenoz (vía)
(Con este post se cumplen 100 banquetes entregados a los
lectores de este blog. Gracias a todos los que leen, a los que además comentan, y a los que han leído algún libro gracias a una recomendación aquí recogida)