Este autor fascinante, que ha liderado sin proponérselo la actal edad de oro del cómic, es algo más que un imaginativo autor postmoderno. La lectura de sus comics, especialmente aquellos que presentan una determinada base histórica, le revela documentado historicista, y, por momentos, tan ensayista gráfico como ficcionador, además de artista metaintérprete del medio y sus personajes, y especialmente comprometido con la esencia o verdad de su arte, algo que le molesta mucho cuando sus obras se adaptan al cine. Es un clásico de la moderna resistencia al mainstream de Hollywood la negativa repetida de Moore a participar o simplemente dejar que su nombre figure como autor de la obra original en que se basan las películas de sus tebeos. Esta resistencia razonada, aunque casi heróica, tan extraña en el mundo de las artes sometidas al poder de la promoción y a comercializar para rentabilizar la inversión (sea del tipo que sea), sólo se alcanza desde la seguridad que (supongo) da el genio verdadero o desde un carácter inalterable y sin duda poco habitual en la psicología temerosa del artista que pueda serlo de masas. Moore, más cercano que a un autor de culto de un medio con implicaciones de consumo de masas, recuerda más a un poeta ermitaño; ¿y no serían los poetas de hoy en día los superhéroes incomprendidos de las artes?
Resultados desiguales y una única pasión de autor: ni verlos
Pero yo, en realidad, hoy quiero hablar del Alan Moore poeta, tal vez porque el Alan Moore superhéroe no resulta verosímil, claro (¿mallas? ¿músculos? ¿supervehículos??) ¡No! Como mucho, máscaras, dobles identidades, sufrimiento y soledad por ser distinto. Tal vez por ello, el poeta Alan Moore escribió hace dos décadas un poema en contra de la homofobia de la llamada ‘Cláusula 28’, una disposición thatcheriana que fomentaba la discreción y el disimulo de la homosexualidad en la familia y que prohibía ‘promoverla’ a las autoridades inglesas y galesas. El libro se titula El espejo del amor y es inclasificable en sí. Por causa de Alan Moore, uno puede encontrarlo en las librerías de cómics. Al ser poesía, en las estanterías dedicadas al olvidado antiguo sexto arte. Y al estar cada estrofa ilustrada por una fotografía a página completa de José Villarrubia, en la de fotografía. Claro que todas estas imágenes de cuidado trabajo previo y excelente calidad artística (cromatística, compositiva, metafórica) hablan con la estrofa que les corresponde pero también con las demás fotos del libro, en un doble lenguaje muy hermoso y que, como siempre en los libros que guioniza Moore, reflexiona a múltiples bandas sobre el medio utilizado.
Alan Moore recupera su aliento historicista llevando a su poema el relato de una Historia de la subcultura gay, a través de momentos de mayor y menor libertad o comprensión, en las diferentes civilizaciones, sin olvidar los puntos más oscuros del origen de una infamia, y hasta llegar a la vergüenza moderna del gobierno conservador británico. El punto de vista parece por momentos algo pasado de moda, ahora que esa subcultura está tan presente en nuestro país, pero tal vez debamos pensar que lo de (parte de) nuestro país es lo excepcional, además de que mucha gente no participa de esa subcultura o esa subhistoria (por eso son ‘sub’, claro), aunque graciosamente la tolere. ¿Y qué es lo aparentemente demodé y sin embargo muy bello? La visión del amor que no osa decir su nombre como una pureza primigenia es una vuelta poética a los principios básicos de la representación de lo homosexual en el arte. Pero resulta no obstante gozoso y emotivo recuperarlo gracias al convencimiento ético de las palabras de Moore, y porque nos recuerda que la base de este conflicto no es sino una vilipendiada cuestión de amor diferente al comportamiento habitualmente aceptado.
El espejo del amor debe leerse, como dice en una de sus recomendaciones, en la cama, a la persona amada (nuestro espejo) a la luz de las velas que se irán encendiendo y apagando según corresponde, y en voz alta, como si fuera un conjuro para que las fuerzas del amor nunca abandonen al hombre, nunca sean utilizadas en su contra, y nunca más dejen una foto en negro.
Agradecimientos a Jonathan por el link del odio de Moore por las pelis de comics.
Agradecimientos a Roberto por la idea del conjuro, y por todo lo que significa la participación en el libro, claro está